De cómo Hidacio nos salvó de la oscuridad desde el confín de la Tierra.

 


Los británicos llaman “dark ages” a su siglo V no porque fuera especialmente truculento, al menos no más que otros, sino porque no disponen de ninguna fuente contemporánea que los alumbre. De ahí esa época oscura: sin información de primera mano. Afortunadamente para otros lugares del Imperio, esto no fue así. Ya vimos algunas de las andanzas de Severino del Nórico contadas por Eugippius. Para Hispania aún somos más afortunados porque no contamos con una vida de santo, que suelen ser muy útiles pero centradas solo en las vivencias de alguien en concreto y generalmente con escasa objetividad, sino de una Crónica, no maravillosa ciertamente, pero utilísima y que es nuestra guía para la historia de Hispania hasta el año 469. Además, su autor vivió en el confín de la Tierra y pudo conocer muy de cerca a algunos de los pueblos que invadieron la Península e incluso intervino en política en alguna ocasión. Nos referimos al querido obispo Hidacio, del que daremos aquí una breve semblanza.

Nuestro hombre nació alrededor del año 395 en la ciuitas Lemicorum, actual Nocelo da Pena, a unos diez kilómetros de Xinzo de Limia (Ourense), en la provincia de Callaecia (Hyd. Praef. 1, todas las citas siguiendo la edición de Burgess). Siendo todavía un niño (infantulus et pupilus) realizó un viaje a Palestina, en 405 o 407, donde conocería al famoso Jerónimo y otros religiosos cristianos famosos. Este viaje ha hecho especular a los historiadores sobre la posibilidad de que la familia de Hidacio fuese de posición elevada o que incluso su padre fuera funcionario imperial. Se le ha llegado a relacionar hasta con Materno Cynegio o se le ha hecho miembro de una familia de obispos que incluirían Hidacio de Mérida o Itacio de Estoi. Todas ellas meras especulaciones porque Hidacio no cuenta nada de su familia y muy poco sobre sí mismo.

(Localización de la ciuitas Lemicorum en Callaecia de Paulusburg para wikipedia.org)

La historiografía moderna acepta, con la excepción importante de R. Burgess, que Hidacio entró en la vida religiosa en el año 416, pues así es como debe entenderse el término conuersio. Se trata de un tema controvertido, pues tiene que ver con la propia historia del texto de la Crónica, a la que le dedicaré unas líneas después.

En el año 424 (Tranoy) 427 (Candelas Colodrón) o 428 (Burgess), Hidacio fue elegido obispo (Hyd. Praef. 1 y 6). La historiografía ha asumido que su sede sería la de Aqua Flauiae  (la actual Chaves, en el norte de Portugal).  Y digo que ha asumido porque Hidacio no nos dice en ningún momento de dónde fue obispo, por lo que ha habido que recurrir a los indicios hallados en su obra para deducirlo. Sabemos por el propio obispo que fue secuestrado en la iglesia de Chaves (Hyd. 196) y devuelto a ella tas su liberación (Hyd. 202). Así que, aplicando la lógica y sabiendo que los obispos no podían abandonar sus sedes sin razón, podemos asegurar con muchas probabilidades de acertar que la su sede era Aqua Flaviae.

 

(Puente romano de Aqua Flauiae por Carlos Bothelo para upload.wikimedia.org)

El joven obispo saltó poco después a la fama al ser elegido para encabezar una solicitud de ayuda a Aecio en el año 431 (Hyd. 86). ¿Quién le envió? ¿En nombre de quién negociaba? Parece bastante claro que lo hacía siguiendo los dictados de los que él mismo llama Callicis, es decir, galaicos. Nos encontramos, por lo tanto, ante unos provinciales que piden ayuda al gobierno imperial contra los invasores suevos. Estos, tras dos décadas de paz en la provincia, se habían lanzado a saquear las tierras galaicas en 431 y 432,  y si bien los galaicos se habían defendido exitosamente, no les venía mal que alguien poderoso les echara una mano. El encuentro entre Hidacio y Aecio se produjo en Arelate (Arlès) en 432, tras terminar el general su campaña contra los francos ripuarios. (Hyd. 88). La decisión de Aecio fue enviar a Hidacio de nuevo a Galecia, acompañado esta vez de uno de sus hombres, Censorio, como embajador (Hyd. 88). Eso si, ayuda militar nada de nada.

 


(Posible imagen de Aecio por Tataryn para wikipedia/commons)

Ambos llegaron sin contratiempos a Gallaecia, donde entablaron conversaciones con el rey suevo Hermerico. Pero en mitad de las mismas, Censorio fue requerido urgentemente de vuelta a Rávena, la capital imperial, sin terminar su trabajo, por lo que Hermerico se lanzó de nuevo a depredar tierras galaicas, en vista de lo cual los galaicos decidieron buscarse la vida y llegaron a un acuerdo con los suevos con la ayuda de los obispos de la región (Hyd. 91). No hay indicios de que Hidacio participase en estas negociaciones: él no dice nada de su participación y el haber sido protagonista en las fallidas conversaciones con Censorio posiblemente le relegarían de las negociaciones. Finalmente, en el año 438 Censorio regresó a Galecia y, esta vez sí, firmó un foedus con los suevos (alerta de spoiler: el pacto duró muy poco, Rechila, nuevo rey de los suevos, lo rompió un año después al conquistar Emerita: Hyd. 111).

De Hidacio sabemos ya pocas cosas a partir de entonces. En 445 participó en una encuesta (que es una manera fina de describir una caza) contra los maniqueos de Asturica, la actual Astorga (Hyd. 122). En 460, cuando el caos y la guerra civil que siguieron a la destrucción del reino suevo por los godos al servicio de Roma tras la batalla del río Órbigo de 456 estaban en su punto álgido, Hidacio fue secuestrado por una banda de suevos en la iglesia de Aqua Flauia (Hyd. 196), chivatazo mediante, y liberado meses después en el mismo sitio (Hyd. 202), con bastante probabilidad tras el pago de un rescate. Finalmente, dado que la Crónica termina abruptamente en 468, se supone con bastante certeza que Hidacio moriría n 468 o 469.

 (Hermerico, rey suevo, según el Corpus Pelagianum (BNE Mss 1513): upload.wikimedia.org/wikipedia/commons)

La principal obra de Hidacio es su Crónica. Se trata de una continuación de la traducción, ampliación y a su vez continuación que hizo Jerónimo de la Crónica Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, como nos comenta el propio Hidacio en el Prefacio. La obra hidaciana se inscribe en la nueva tradición del género de las crónicas en latín, de las que Hidacio sería pionero, y entre las que también destacan las de Sulpicio Severo y la de Próspero de Aquitania, entre otros. Pero tiene sus propias características, de las que destacaré dos: se escapa a una de las exigencias de las Crónicas, la de la  breuitas, la brevedad, siendo en algunos momentos bastante detallista; la segunda caracterítica hace referencia a que explicita cuáles son sus fuentes escritas (Eusebio, Jerónimo) pero también explica que cuando no tiene acceso a fuentes escritas, utiliza fuentes orales (y esto fue así en muchas ocasiones). Esta descripción de cuáles son sus fuentes de información no es muy habitual. Como bien dice Burgess, Hidacio no era ningún aficionado, sino un buen conocedor del método histórico.

Decía E. A. Thompson que sin la obra de Hidacio no tendríamos historia de Hispania en el siglo V y tenía toda la razón. Pero sobre todo, no existiría una historia del reino suevo, del que Hidacio fue fiel notario y al que salvó de su desaparición de la Historia y con el que aprendió a convivir (a quien tiene veradera manía el obispo es a los godos). De hecho, cuando termina la Crónica, los suevos caen en su propia edad oscura y dejamos de tener noticias suyas durante muchas décadas. Este localismo, el narrar noticias de su tierra, muy alejada de los centros de poder imperiales, es una de las características principales de Hidacio, que procuró, y muchas veces consiguió (a través de otros obispos, embajadores, comerciantes, militares…), estar al tanto de lo que ocurría en el resto del Imperio. De hecho, a veces estaba mejor informado de lo que ocurría en Galia de lo que acontecía en Carthaginense, por ejemplo.

(Cronología de los reyes suevos hasta el fin de la Crónica de Hidacio: Suebic Ruler-pt. Svg: Alcides Pinto para es.wikipedia.org)

Aquí he utilizado la edición que hiciera Richard Burgess en 1993. Hasta  unos años después de su aparición, se utilizaba de forma casi absoluta la edición que realizara Alain Tranoy en 1974, que dependía casi por completo de la canónica publicada por Theodor Mommsen en 1894. Mommsen utilizó de base el único manuscrito que está casi entero, el denominado B (que se conserva en Berlín), pues no hay ninguno que contenga la obra completa, todos tienen lagunas. La edición de Burgess, que proviene de una minuciosa investigación y revisión de todos los manuscritos conocidos, es novedosa en cuanto a que suprime algunos pasajes, que considera interpolaciones posteriores, lo que, a su vez, supone una renumeración de los mismos.Por ello, es la de uso habitual en la actualdad.

 

(Portada de la Chronica Minora donde Mommsen editó la Crónica de Hidacio: archive.org/details/chronicaminor)

Termino con una pregunta: ¿Por qué un obispo que vivía en un rincón alejado de los centros de poder, en una provincia remota, decidió emprender la confección de una obra histórica? He de estar de acuerdo con Burgess: porque deseaba documentar lo que para él era el fin del mundo conocido.

Bibliografía:

R. W. Burgess (ed.). 1993. The Chronicle of Hydatius and the Consularia Constantinopolitana. Oxford: Clarendon Press.

C. Candelas Colodrón.2004. Análisis de la figura de Hidacio de Chaves a través de los condicionantes socioeconómicos, políticos y culturales de la Gallaecia del siglo V. El Cronicón. La Coruña. Universidad da Coruña.

C. Candelle de Hartmann. 1992. Las lecturas de Hidacio de Chaves. Notas sobre la recepción literaria en la Gallaecia del s. V. Minerva: Revista de Filología Clásica 6, 241-256.

P. C. Díaz. 2011. El reino suevo (411-585). Madrid: Akal.

C. Molè. 1978. Uno storico del V secolo: il vescovo Idazio. Catania: Facoltà di lettere.

F. J. Sanz Huesma. 2009. Hidacio y Censorio: el foedus de 438 entre Roma y los suevos. Polis 21, 59-76.

E. A. Thompson. 1976. The End of Roman Spain I. NMSt. 20, 3-28.

C. Torres Rodríguez. 1956. Hidacio, el primer cronista español. RABM 62, 755-795.

A. Tranoy. 1974.  Hydace. Chronique. 2 vol. Paris: Éditions du Cerf.

J. Vilella Masana. 1999. Idacio, un cronista de su tiempo. Compostellanum 44, 39-54.

 

 

 

 

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